“Lo siento. Me equivoqué. No volverá a ocurrir”. O eso, o explicar lo inexplicable, las razones de una nueva traición a los principios ideológicos del progresismo llevada a cabo desde hace dos años. Si el PSOE no opta ya por una de esas dos vías está abocado a su desaparición.
Según la última encuesta del CIS, se mantiene una brecha de 11 puntos de ventaja entre el gobierno de los recortes, del fascismo y de la improvisación respecto del primer partido de la oposición (que sigue por debajo del 30% en intención de voto), una brecha que no hará más que aumentar si esta crisis sistémica da un pequeño respiro (por muy pequeño y por muy transitorio que sea) en cuanto se acerquen las próximas Elecciones Generales, allá por 2015 si los mercados no nos imponen antes un gobierno de tecnócratas; es la responsabilidad del PSOE salir del agujero en el que se ha metido si no quiere ser partícipe directo (por incompetencia, además de por actuaciones propias del pasado reciente) en la fulminación del Estado del Bienestar, de los derechos sociales y laborales y de una sociedad digna.
Si algo tiene la derecha es que controla casi todos los medios de comunicación, y en consecuencia éstos no dudan en dar pleno respaldo y justificación a las decisiones más disparatadas o más dañinas de un gobierno de su mismo signo; el Editorial de hoy de ABC, por ejemplo, aplaude con fervor la nacionalización de Bankia (el capitalismo reconvertido en comunismo interventor o directamente expropiador), justificándola por un supuesto sesudo pragmatismo del actual Presidente del Gobierno, que le ha llevado a aparcar temporalmente su ideología para salvar al país y para hacer lo contrario de lo que dijo que nunca haría. La prensa independiente (que no la de izquierdas, que ha desaparecido casi por completo de los quioscos españoles) prefiere mantenerse al margen de tanta loa a los líderes políticos y se limita a titular con más o menos acierto la contradicción entre lo prometido y lo realizado; debería ser así para toda la prensa, pero nunca lo ha sido ni lo será.
Cuando el anterior gobierno del PSOE se plegó ante las exigencias socialmente devastadoras de los mercados, del FMI, del Banco Central Europeo y de la antisocial alianza franco-alemana para anular por la vía económico-financiera cualquier atisbo de democracia o de soberanía directa, se encontró enfrente tanto a la derecha (que, por supuesto, no le trató de pragmático, sino de mentiroso), como a sus propios votantes (¿qué esperaban?), como a los medios de comunicación independientes (como debe ser). Inició la travesía del desierto que le llevó a la debacle electoral. Porque gobernó para quien no tenía que gobernar y porque dejó a la deriva a la clase trabajadora mientras aseguraba el dinero de inversores y bancos de más que dudosa ética.
El PSOE inició el camino de la concentración bancaria para crear monstruos financieros que ahora tendrán mucho mayor poder de presión del que ya tenían (y, visto lo visto, tenían mucho) sobre las decisiones de los gobiernos de turno. Y no han explicado por qué la creación de esos monstruos financieros benefician a una sociedad civil a la que el sector financiero está dejando sin casa en la que vivir, ni en qué benefician a unas empresas sin financiación que ven cómo las inyecciones de liquidez y los avales estatales se quedan en los balances de los bancos para maquillar sus desmanes hipotecarios en lugar de servir para dar acceso a créditos productivos. Esta mañana en la Cadena SER Alfonso Alonso (portavoz del Partido Popular en el Congreso) acusaba a Soraya Rodríguez (portavoz del PSOE) de no haber hecho nada hasta Noviembre para solucionar los problemas del sector financiero español, aun cuando el propio PP apoyó las primeras medidas adoptadas por Zapatero en ese sentido. “Permítame que le diga, señor Alonso…”. Era lo único que quedaba claro en las respuestas de la portavoz del PSOE. Y no es para menos: el PSOE perdió el norte hace dos años y sigue perdido en el desierto. No sabe para qué sirven las medidas que adoptó desde Mayo de 2010, y si lo sabe es incapaz de explicarlo, o directamente no quiere explicarlo porque es una auténtica aberración y una imperdonable traición para los votantes que les habían dado su apoyo en las dos Elecciones Generales anteriores.
El PSOE inició la tan demandada (por los mercados, por el FMI, por el BCE y por Merkozy) flexibilización del mercado laboral para acelerar la precarización de toda la clase trabajadora; el PP sólo ha tenido que dar unas vueltas de tuerca más a las reformas iniciadas por el PSOE. Porque si hasta el PSOE consideró necesario flexibilizar el mercado laboral es porque el mercado laboral (los trabajadores) necesitaba esa flexibilización; el PP no necesita otra justificación, porque ya se la dio el PSOE. Y como continuación de lo iniciado por el PSOE, la pérdida de los derechos laborales y de la dignidad de los (cada vez menos) trabajadores es algo inevitable. Y el PSOE no ha explicado por qué fue él mismo quien consideró como responsables de esta crisis a los trabajadores y a sus derechos laborales, a la negociación colectiva y a los sindicatos, a las familias que trabajaban para pagar sus casas hipotecadas; aprobó los ERE de vía rápida para facilitar la reducción de unos de los costes laborales por trabajador y hora más bajos de Europa cuando la lacra de las empresas españolas no eran sus trabajadores, sino su desbocado endeudamiento, y aun no ha explicado por qué señaló con el dedo acusador a todos los trabajadores, que al parecer fueron los que más (o los únicos que) vivieron por encima de sus posibilidades.
Por no hablar de la anulación de la cobertura sanitaria a los inmigrantes ilegales aprobada en Septiembre, del retraso en dos años de la edad de jubilación, de las mayores restricciones al acceso a una pensión contributiva…
Son demasiadas cosas las que se han quedado sin explicación o con una explicación muy deficiente. O sin una mínima rectificación. Porque si la explicación es que se intentó evitar la intervención de España también debería acompañarse de la explicación de por qué los gobiernos ya no gobiernan y la soberanía ya no la ejercen ahora ahora los ciudadanos, sino los mercados, el FMI, el BCE y los teóricos neoliberales que asesoran a Ángela Merkel. Y porque si se equivocaron en dar el pistoletazo de salida al desmantelamiento fulminante del Estado del Bienestar, deberían pedir perdón por ese incomprensible error y al menos prometer que no se volverá a cometer un atentado contra quienes pensaban que la “O” del PSOE aun tenía algún significado, por pequeño que fuese.
Aunque mucho me temo que al PSOE aun le queda mucha travesía por el desierto. Porque esperar explicaciones o rectificaciones de nuestra anquilosada y enquistada casta política puede hacerse eterno.
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