El jueves, la Unió de Llauradors se encerró en un despacho de la Conselleria de Agricultura que dirige Maritina Hernández Miñana; la titular de la Conselleria que gestiona las ayudas del único sector castellonense y valenciano con cierta relevancia que ha conseguido incrementar el nivel exportador durante estos años de crisis, no parece haberse dado por aludida (ni tan siquiera mereció una mísera nota de prensa). Tampoco nuestra televisión pública, Canal 9, se dio por enterada. El diario Levante-EMV fue el único que lo llevó a su portada; la edición local de El Mundo también se hizo eco, pero como noticia secundaria. El País ni se enteró.
La agricultura y los agricultores hace mucho tiempo que no pintan nada; no fabrican alta tecnología, no tienen la exclusividad en la venta de medicamentos, no hay grandes magnates internacionales interesados en multimillonarias inversiones, su materia prima sólo ha sido socialmente útil para crear PAIs, urbanizaciones y proyectos faraónicos, sus productos pueden ser adquiridos mucho más baratos en el sur, en el este y en el oeste... La agricultura y los agricultores, hoy, son prescindibles; sirven para comentar la gran calidad de las hortalizas o de las frutas españolas de antaño, e incluso los hay que, bajo el genérico manto de lo ecológico, han aprovechado para vender productos pésimos a precios de oro (por si alguien pensaba que las burbujas no pueden existir en los sectores deprimidos).
El Fondo Europeo Agrícola de Garantía es la única institución pública que aun se acuerda de la existencia de la agricultura y de los agricultores; pero eso será sólo hasta el año que viene, cuando la PAC (Política Agrícola Común) dejará de estar en vigor en España tal y como la hemos conocido hasta ahora. España dejará de ser perceptora neta de ayudas europeas al perder los 7.500 millones de euros anuales que provienen de la PAC que finaliza el próximo año; de esos 7.500 millones de ayudas, entre 180 y 250 millones llegan anualmente a la Comunidad Valenciana, y de estos, el 53% se lo llevan las grandes empresas agroalimentarias (algunas de la propia Generalitat Valenciana, e incluso empresas ajenas al sector, tal y como denunció La Unió de Llauradors en mayo).
El incremento de los costes de producción (abonos, maquinaria, servicios externos...), coincidente en el tiempo con el desplome de los precios que se le pagan al agricultor (que debe adecuar sus precios a los de las importaciones, con una capacidad de negociación de sus precios nula, entre otras causas por el fracaso de las cooperativas agrícolas y por el oligopolio de las grandes distribuidoras), está llevando desde hace décadas al sector al abandono masivo de pequeñas y medianas explotaciones; es una crisis que algunos agricultores han conseguido aguantar gracias a la PAC, cuyas ayudas (aunque cada vez menos, y a partir de 2014 nada) también incluyen como parámetros de concesión esa función tradicional de los agricultores y de las tierras cultivadas de la que sólo nos acordamos cada verano cuando las llamas devoran cada vez más y más hectáreas de bosques y de lo que hasta hace muy poco aun no lo eran.
Pero si la desaparición de la PAC puede suponer un desastre para la agricultura y para los pequeños y medianos agricultores valencianos, que las ayudas agrícolas de la PAC que el gobierno de Alberto Fabra ha recibido de la Unión Europea desde 2010 se hayan utilizado para cubrir las deudas con Ecclestone, con Calatrava o con la constructora del aeropuerto fantasma de Castellón ya está suponiendo un auténtico rosario para miles de agricultores valencianos (25.000 según La Unió).
Pero Maritina Hernández y Alberto Fabra no parecen tener la más mínima vergüenza cuando el dinero que se han gastado tenía que ser destinado a un sector que no pinta nada; lo único a lo que puede aspirar un agricultor es a que en la Conselleria de Agricultura le afirmen que tardará poco en recibir sus ayudas de 2010 ó de 2011. De eso (en mi caso) hace ya nueve meses; los otros 24.999 es de suponer, vista la denuncia de La Unió de Llauradors, que habrán recibido la misma buena nueva.
Si preguntar en la Conselleria no sirve y encerrarse en sus dependencias tampoco, habrá que saltarse a ese departamento y preguntarle directamente a nuestro Molt Honorable President: Sr. Alberto Fabra, ¿dónde ha metido usted el dinero que le envió la Unión Europea para pagarnos a los agricultores?
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