viernes, 10 de enero de 2014

Buscando al ladrillo desesperadamente

Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística daba a conocer el Índice de Precios de la Vivienda (IPV) del tercer trimestre de 2013; en su nota de prensa, el INE remarcaba que dicho índice había subido, en tasa intertrimestral, por primera vez desde el segundo trimestre de 2010 (en tasa interanual había caído casi un 8%).


No deja de ser sorprendente que el precio de la vivienda suba el mismo trimestre que el precio del metro cuadrado haya seguido bajando (que alguien nos lo explique), y más teniendo en cuenta que ambos datos se publicaron con menos de 20 días de diferencia.



Aunque la explicación de esta aparente contradicción se escape a mis entendederas (he intentado buscar cambios en las ponderaciones del IPV y las he encontrado -ahora, las viviendas de segunda mano conforman más del 70% del índice cuando en 2010 suponían el 45%, un cambio de ponderación que tampoco alcanzo a entender, puesto que se venden un número similar de viviendas de ambos tipos-, pero si el precio del metro cuadrado ha disminuido tanto en las viviendas nuevas como en las de segunda mano es absurdo que el precio final de las viviendas de alguno de los dos tipos acabe yendo en sentido contrario al del precio del metro cuadrado), no es esto lo que más me ha chocado de ese dato puntualmente positivo (aunque contradictorio) publicado por el INE, sino el tratamiento que se le ha dado en los medios de comunicación.


Cualquiera diría que los medios de comunicación (y no sé si también el resto de la sociedad) tienen como única esperanza para salir de esta crisis que resurja de nuevo el sector del ladrillo; y vistos los movimientos en el Gobierno y en los organismos reguladores, todo parece indicar que estamos abocados a confirmar que el hombre (y, sobre todo, el español) es el único animal dispuesto a tropezar dos veces, y nunca mejor dicho, en la misma piedra.

Para quienes actualizamos periódicamente nuestras hojas de cálculo con los datos del sector inmobiliario en busca de algún rayo de luz para nuestro futuro laboral, tamaña avalancha de optimismo y esperanza nos parece estremecedora; y no porque no nos gustaría que estuviésemos ante el resurgimiento de este sector (con mayor o con menor fuerza, pero resurgimiento al fin y al cabo), sino porque estamos curados de espanto y los buenos datos estadísticos de 2010 y la posterior debacle hasta la fecha ya nos tienen más que prevenidos (o tal vez nos hayan convertido en acérrimos pesimistas tras haber pecado de un ligero optimismo).

Por suerte o por desgracia, los datos no muestran, de momento, ningún síntoma de recuperación en el sector del ladrillo.


Todo parece indicar, por lo tanto, que la recuperación económica, si se ha de producir realmente este año 2014 que acabamos de empezar, no vendrá de la mano del ladrillo.

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