No hay día que no oigamos o leamos alguna solución que aparenta ser la gran panacea para resolver la crisis; soluciones que provienen, sobre todo, desde los sectores neoliberales. Sin embargo, lejos de tratarse de soluciones que tengan en cuenta los fallos detectados, son simplemente las recetas clásicas del neoliberalismo: un Estado reducido a mero espectador y un mercado libre de toda intervención externa.
Son dos, principalmente, las supuestas soluciones con las que continuamente nos bombardean los neoliberales, una de ellas a nivel global y la otra a nivel local: dejar que el mercado, libre de intervencionismo estatal, se ajuste por sí solo para superar la crisis financiera, y liberalizar completamente el mercado de trabajo español a través de la instauración del despido libre.
Cuando George Bush afirmó el pasado 13 de Noviembre que la crisis financiera no era un fallo del mercado libre, sino un fallo de los gestores de los hedge funds, no le faltaba parte de razón; obviamente, el mercado libre por sí mismo no tiene fallos: son las personas que gestionan y participan en ese mercado quienes cometen fallos y abusos. Sin embargo, el mercado no reaccionó como esas teorías neoliberales se encargan de recordarnos todos los días: no hubo ajuste alguno a los fallos y desmanes de aquellos gestores, sino todo lo contrario; aquellos fallos y abusos fueron alimentados por el propio mercado, que no dudó en demandar más y más de esos hedge funds (aun hoy se desconoce cuántos activos tóxicos se comercializaron y cuántas entidades financieras han quedado afectadas, quedando aun latente la desconfianza entre los propios bancos a la hora de prestarse dinero entre ellos mismos, síntoma inequívoco de que el mercado se hizo con cantidades ingentes de esos hedge funds), convirtiendo a sus gestores en grandes héroes del neoliberalismo.
Los teóricos del neoliberalismo, lejos de reconocer que el sistema por el que abogan tiene graves y desastrosos riesgos y fallos (y la crisis financiera actual es el ejemplo más palpable que una teoría económica pueda haber tenido), no han dudado en responsabilizar al Estado (cómo no) de los desaguisados de los gestores y del nulo reajuste del mercado ante tales desaguisados. ¿La razón? La falta de controles estatales sobre aquellos gestores y sobre los propios hedge funds. Nada que objetar (la intervención del Estado en el mercado tiene esa función de corrección de fallos y prevención de abusos), salvo que eso es justo lo contrario de lo que predican y que fueron las políticas neoliberales de George Bush (aplaudidas por los teóricos neoliberales, que vieron cómo un mercado –el de los hedge funds– quedaba fuera de las garras reguladoras del Estado, convirtiéndose en un verdadero mercado libre) las que impidieron que la SEC (el organismo supervisor de los mercados financieros estadounidenses) pudiese ejercer su control en ese mercado.
Respecto a la otra solución milagrosa (el despido libre o su definición más políticamente correcta de flexibilización del mercado de trabajo), es obvio que elimina un sobrecoste al empresario (las indemnizaciones), pero todo lo que, según las teorías neoliberales, vendría después en beneficio de los trabajadores, va totalmente en contra de las leyes de mercado comúnmente aceptadas y acérrimamente defendidas por los economistas neoliberales.
Según estas teorías, el ahorro del empresario en la indemnización repercutiría directamente en el salario de los trabajadores (es decir, que el importe que correspondería pagar al empresario como indemnización futura iría a parar a la nómina mensual del trabajador); obviamente, el empresario tendría esa opción, que beneficiaría sin duda al trabajador, pero también tendría otras opciones mucho más acordes con la función de una empresa, como por ejemplo el incremento del beneficio (y el consiguiente reparto de dividendos entre sus socios).
Por otra parte, el mercado laboral español, tan aparentemente rígido, echa mano de forma masiva de los contratos temporales (que tienen una indemnización mínima –de unos 20 € por mes de contrato– para el trabajador), de forma que el coste real de las indemnizaciones para las empresas es muy reducido por trabajador empleado; este dato desbarata en gran medida el argumento de los exagerados costes soportados por el empresario por culpa de una excesiva regulación laboral en nuestro país, a la vez que pone de manifiesto que la negociación salarial (ya sea en convenios colectivos o de forma individual entre trabajador y empresario) dentro de un teórico mercado laboral liberalizado tendría en cuenta, sin duda, ese coste por trabajador (muy bajo en la práctica) para determinar el incremento salarial equivalente a la ausencia de indemnización.
Los teóricos del neoliberalismo podrían argumentar que con el despido libre dejaría de echarse mano de forma masiva a los contratos temporales, lo cual es completamente cierto (podría instaurarse un contrato único indefinido, como sugirió recientemente la OCDE); sin embargo, para el trabajador eso no tendría ningún beneficio, puesto que tanto los contratados para una semana como los contratados para un espacio temporal más amplio estarían expuestos a ser despedidos al día siguiente con la misma facilidad, con la consiguiente degradación de la estabilidad y la seguridad laboral de los trabajadores, o lo que es lo mismo: quienes no tenían estabilidad seguirían sin tenerla y quienes tenían algo de estabilidad se quedarían sin ella.
No obstante, todos estos datos y opciones están basados en el supuesto teórico de una liberalización del mercado laboral en España, pero siempre podemos echar mano de algún ejemplo en el que haya funcionado esa panacea del despido libre para solventar una crisis; sin duda, podríamos dirigir nuestras miradas al mercado laboral más liberalizado, menos intervenido y con mayor movilidad, como es el estadounidense. Y por más que miremos, sólo veremos cifras mensuales de incrementos en las cifras del paro de 650.000 nuevos parados cada uno de los tres últimos meses (más de dos millones de parados nuevos en el último trimestre) y con las peores estadísticas del paro de los últimos 25 años (un 8,1% de tasa de paro, el doble que hace un año).
Los riesgos y los fallos del modelo neoliberal han quedado al descubierto con esta crisis financiera, fruto de un modelo neoliberal puro (un mercado no intervenido); el alcance de esos fallos ha ido mucho más allá del reducido mercado (el de los hedge funds) en el que se originaron, lo que demuestra aun más si cabe el riesgo de dejar en manos exclusivas del mercado la generación de bienestar para la sociedad; y las recetas clásicas de ese modelo neoliberal, como el despido libre, se han demostrado igual de ineficaces (y más lesivas para los más desfavorecidos) que las políticas con mayor intervención o regulación estatal.
Las grandes panaceas y soluciones concretas propuestas por las teorías económicas neoliberales están igual de depreciadas o más que el propio sistema de mercado que defienden. Aunque a algunos les cueste reconocerlo.
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