La estrategia del partido que nos gobierna es muy clara: Bárcenas, su gerente, era un chanchullero. Hacía y deshacía cuanto quería en las cuentas del Partido Popular sin que nadie en la dirección del partido se preocupara lo más mínimo de si las donaciones anónimas eran o no eran conformes con la normativa sobre financiación de partidos. Es decir, que Bárcenas delinquía a las espaldas de su partido.
Ahora bien, aquí no hay dos partes en conflicto (Bárcenas -un bala perdida- y el partido al que financiaba ilegalmente -el tonto de la película-), sino tres; a esos dos actores hay que añadir el tercero en discordia: las empresas que financiaban al Partido Popular con cantidades consideradas completamente ilegales por superar con creces el límite de 60.000 € que marcaba la Ley para las donaciones.
Y aquí es donde se desmorona toda la estrategia del PP: ¿por qué o para qué las empresas realizaban donaciones ilegales al Partido Popular? ¿Qué tipo de empresarios tenemos en este país que delinquen a conciencia por el mero hecho de delinquir sin obtener nada a cambio? ¿Tenemos dos tontos en la misma película?
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