Estimados empresarios integrantes del Círculo de ídem; he leído atentamente su reciente documento Un programa de ajuste y crecimiento para la próxima legislatura, y la conclusión es clara: son ustedes muy espabilados, además de unos hipócritas y unos caraduras.
Tras leerlo podría haberme acordado de sus familias; y no sólo por lo que proponen (que también), sino por esa sibilina autocrítica que impregna todo el documento.
“Debe flexibilizarse el marco laboral, en aras de asegurar la supervivencia de las empresas y la recuperación del empleo.
Se debe impulsar la acción de las mutuas privadas en el control del absentismo laboral”.
Es evidente que los trabajadores somos los máximos responsables de la situación de sus empresas; por nuestros salarios, por el despido que cobramos cuando nos dan la patada y por lo vagos e improductivos que somos cuando nos hacen el inmenso favor de contratarnos. También es evidente que los trabajadores más productivos y menos vagos son los familiares que ustedes ponen al frente del primer departamento en el que queda una plaza vacante (normalmente forzada, no por fuerza mayor, sino por sus cojones), cuyo despido pagan ustedes gustosamente (el de sus familiares, para contribuir solidariamente a la compra de ese coche que siempre han querido, no el del vago trabajador improductivo despedido) y cuyo salario nunca es suficiente para llegar a fin de mes. Además, al ser cargos de confianza, pueden abonarle parte del salario en negro, haciendo del puesto de trabajo el más productivo (contablemente, que no realmente) de la empresa (la de retenciones y seguros sociales que se ahorran, y la de dinero que se puede blanquear así cada año, ¿verdad?). Si al menos hubiese algún trabajador que se quedase una o dos horas más por la cara para sacar adelante esas gestiones urgentes que al mes siguiente siguen encima de su mesa (de la de usted, no de la del trabajador) no tendrían que proponer medidas de investigación privada contra el absentismo laboral; pero es lo que hay, así que no les queda a ustedes más remedio que proponerlo.
Además, sabiendo como sabemos que sólo les costamos a ustedes un 40% (ó 17.000,00 € al año) menos que los trabajadores alemanes a los competitivos empresarios germanos (seguros sociales y costes del despido incluidos), no puede entenderse cómo no nos damos cuenta de la insoportable carga en la competitividad que suponemos los trabajadores para sus empresas. Si en lugar de mirar a los alemanes mirásemos a los chinos otro gallo nos cantaría; pero no es así, y por eso se han visto obligados a proponer la reducción de la indemnización por despido y, ya de paso, también del salario mínimo interprofesional.
“La normalización del crédito es una condición necesaria para recuperar el ciclo económico y frenar la sangría del desempleo.
Las entidades [financieras] deben informar en detalle sobre su exposición potencialmente problemática, su estructura de financiación y su solvencia.
Existe un problema de exceso de estructuras comerciales y de reducido tamaño medio de las entidades [financieras], que redunda en una menor eficiencia y productividad, especialmente en las Cajas de Ahorros”.
También es obvio que las entidades financieras les engañaron a ustedes; y, vistas las cifras, les engañaron mucho: las empresas españolas tenían a finales de 2010 una deuda equivalente al 193% del PIB español, o lo que es lo mismo, estaban endeudadas por el equivalente a todo lo que se produce en nuestro país en dos años (hasta el cuello, vamos). Nada que ver con apuntarse a los pelotazos urbanísticos (es obvio que el único empresario que modificó los estatutos de su empresa para incluir la “Actividad inmobiliaria en general” fue El Pocero, conocido en el mundo entero), ni a crear una pequeña empresa con un par de solares como capital social (urbanizables, eso sí, e hipotecados, eso también); nada que ver con esa sana costumbre del “culo veo, culo quiero” en la que ustedes nunca jamás han caído, caen ni caerán. Por supuesto, también es obvio que lo firmado con la banca no es un lastre para sus empresas; por eso esos contratos financieros están para cumplirlos, no como los laborales, que hacen insoportable la rentabilidad, la liquidez y hasta la solvencia empresarial; y por eso también exigen un poco (o un mucho) más de crédito al sector financiero: aun hay margen para reducir plantilla (aun han de soportar la carga de 25 millones de trabajadores) y así poder pagar más intereses. Y es que, vista la idiocia del trabajador medio español, alguien ha de ser quien vea más allá del cortoplacismo imperante en nuestra clase obrera.
Asimismo, es indiscutible que la estructura empresarial española, basada en pequeñas y medianas empresas, aprovecha mucho más las economías de escala que cualquier otra forma de organización empresarial y permite una mejor y más eficiente gestión de las productividades (¿no es esa misma estructura la que les exigen ustedes a las entidades financieras para mejorar sus productividades?); no obstante, si la productividad y la competitividad de las empresas españolas no se incrementan lo suficiente no es responsabilidad del sufrido empresario emprendedor, sino de otros factores como la rigidez del mercado laboral, la incompetencia de los organismos públicos, las excesivas cargas impositivas, la burocracia, los sindicatos, los convenios colectivos, el sistema financiero, el socialismo, la sanidad, el comunismo, la inseguridad jurídica, los nacionalismos, la deuda pública, el INEM, la mala educación… y, sobre todo y por encima de todo, unos trabajadores vagos y poco entregados a sus obligaciones laborales.
“Si no queda más remedio, y resulta del todo inevitable, los márgenes de subida [de impuestos] menos dañinos están en la imposición indirecta (IVA e Impuestos Especiales).
Donde sí se pueden obtener ingresos es en la lucha contra el fraude, ya que parece claro que en la actual coyuntura se está registrando un aumento de la economía sumergida”.
No podemos olvidar tampoco la incuestionable afición del vago y pícaro trabajador español a defraudar al fisco o a obligar al sufrido emprendedor a emplearlo sin contrato para ahorrarse los seguros sociales; de ahí que en su documento se hayan visto obligados a denunciar el fraude fiscal y la contratación ilegal como medida para incrementar los ingresos necesarios para que el Estado promueva actividades empresariales más productivas y les pueda financiar de paso las campañas publicitarias en el exterior para poder vender sus productos fuera de nuestras fronteras. Y por supuesto, como muestra de su incuestionable voluntad de contribuir a las arcas del Estado, admitirían como ultimísimo recurso un incremento en los tipos de IVA que ustedes se desgravan y que sus clientes (nosotros los trabajadores) pagan; como igual de incuestionable es que un incremento en los impuestos sobre los beneficios empresariales serían perjudiciales para la sociedad en general y para ustedes en particular, y de ahí que se nieguen rotundamente en el documento a una contribución tan injusta a la caja común.
“Los convenios de empresa deberían ser siempre prevalentes sobre el resto de convenios.
Mayor flexibilidad en el recurso a las cláusulas de descuelgue de los convenios colectivos de ámbito superior, tanto en lo referente a salarios como al resto de parámetros.
Se debe eliminar la actual prohibición de los contratos parciales de hacer horas extraordinarias y liberalizar la distribución de las horas complementarias de los mismos”.
Irrebatible resulta asimismo el hecho de que la unión de los trabajadores a través de sindicatos demasiado fuertes ejerce una grave distorsión sobre el normal desarrollo del libre mercado, puesto que con ello se le resta autoridad al empresariado; de ahí que se hayan visto obligados a proponer la eliminación inmediata de esas uniones de trabajadores, reduciendo primero a la nada la siempre perjudicial negociación colectiva a cualquier nivel superior a la empresa y proponiendo como única solución la libre negociación de las condiciones laborales entre empresario y trabajador, así como la conversión de los sindicatos en meros despachos de abogados privados; irrebatible es también el perjuicio que supone para las empresas españolas contratar a un trabajador a tiempo parcial y no poder emplearlo a tiempo completo por las restricciones horarias de estos contratos, por lo que han tenido que plasmar en su documento una propuesta destinada a eliminar esas restricciones. Y es que, como todo el mundo sabe, las horas del día y de la noche que un trabajador destina a otros menesteres distintos a su trabajo es una de las principales causas de que las empresas españolas no sean competitivas, y de ahí que hayan ustedes pensado en el bien que le harían a nuestro país esas horas perdidas que el trabajador dedica a las amistades, a la familia o incluso a pensar, que es aun peor.
En definitiva, que me ha llenado de honda satisfacción ver cómo ustedes son capaces de reconocer sus propios errores; un ejercicio de autocrítica nos vendría a todos muy bien para intentar remontar esta interminable crisis, y son ustedes (¿quiénes si no?) los que han dado el primer paso.
Enhorabuena.