José Donís Català, un paisano con el que coincidí en los combates dialécticos contra los argumentos de los Peones Negros (aquéllos individuos que pregonaban que los atentados terroristas del 11-M habían sido un nuevo GAL), ha escrito un libro bajo el título “La quinta invasión: Islamismo 711-2011” en el cual se pone de manifiesto el peligro de que el radicalismo integrista dominante (al menos según lo que transciende en los medios de comunicación) entre los adeptos a la religión de Mahoma acabe devorando a las condescendientes y excesivamente indulgentes democracias occidentales.
Tal y como está concebido el libro, tal vez su lectura permita devolver la visión a algunas personas que prefieren mantener sus ojos vendados ante el evidente (y tan real como los casi 200 muertos del 11-M) peligro de ese terrorismo religioso que utiliza el Corán como justificación a sus muertes indiscriminadas; sin embargo, las sesgadas conclusiones a las que conduce la línea argumental del libro pueden convertirlo en una obra peligrosa y temeraria si no se tienen en cuenta algunas cuestiones que no quedan reflejadas en el texto editado.
Que el Corán, como se demuestra en el libro, contiene enseñanzas y pasajes incompatibles (e incluso confrontados) con nuestras democracias es más que evidente; igual de evidente que resulta que, en base a la lectura literal del Corán, la única conclusión posible a la que se puede llegar es que la religión islámica es cruel, violenta e inmisericorde tanto con los creyentes como con los no creyentes. Y de la misma forma, podría concluirse también (como de hecho se concluye en el libro) que no existe ni puede existir un islamismo moderado tomando el Corán como un conjunto, más allá de posibles pasajes más humanistas (que también los hay, aunque no queden reflejados en el libro) utilizados por algunas corrientes del islamismo que conviven libremente en nuestras propias sociedades.
El principal problema de toda esta serie de conclusiones, que podríamos considerar como ciertas si nos atenemos a la lectura literal del Corán, es que se puede llegar, como veremos, a las mismas conclusiones respecto de la lectura literal de los libros de referencia (la Biblia) de cualquiera de las otras dos religiones monoteístas mayoritarias (el judaísmo y el cristianismo); por lo tanto, y siguiendo la línea argumental del libro, podrían declararse antidemocráticas y radicales, sin demasiado problema, las tres religiones.
Así, respecto al trato a dispensar a las mujeres y a su estatus social (que es uno de los puntos principales tratados en el libro) podemos encontrar citas equivalentes en las tres religiones:
«Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres porque
Alá los ha hecho superiores a ellas. Las mujeres virtuosas
son las verdaderamente devotas, que guardan la intimidad que Alá ha ordenado que se guarde. Pero a aquellas cuya
animadversión temáis, amonestadlas, y luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles» (Corán 4:34).«Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón» (Corintios I 11:5-7).
«Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer» (Deuteronomio 21:10-13).
«Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación» (Corintios I 14:34-35).
Tampoco la explícita crueldad del Corán para con sus enemigos es exclusiva del islamismo:
«Judith se aproximó entonces a la barra del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, descolgó de allí su espada, y acercándose al lecho, lo tomó por la cabellera y exclamó: “¡Fortaléceme en esta hora, Dios de Israel!”. Luego le asestó dos golpes en el cuello con todas sus fuerzas y le cortó la cabeza» (Judith 13:6-8).
«Pelearon contra Madián, como Yavé había mandado a Moisés, y mataron a todos los varones. Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Requem, Sur, Jur y Rebá; eran los cinco reyes madianitas. Mataron también a espada a Balaam, hijo de Beor. Los hijos de Israel trajeron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños y recogieron sus animales, sus rebaños y todas sus pertenencias. Prendieron fuego a todos los pueblos en que vivían y a todos sus campamentos. Habiendo reunido todo el botín y los despojos, hombres y bestias, llevaron los cautivos y el botín ante Moisés, el sacerdote Eleazar y toda la comunidad de los hijos de Israel, en las estepas de Moab, que están cerca del Jordán, a la altura de Jericó. Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los jefes de la comunidad salieron a su encuentro hasta fuera del campamento. Moisés se enojó contra los jefes de las tropas, jefes de mil y jefes de cien que volvían del combate. Moisés les dijo: “¿Así, pues, han dejado con vida a las mujeres? Precisamente ellas fueron las que, siguiendo el consejo de Balaam, indujeron a los hijos de Israel a que desobedecieran a Yavé (en el asunto de Baal-Peor); y una plaga azotó a la comunidad de Yavé. Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones”» (Números 31:7-18).
«También vosotros, etíopes: “Víctimas de mi espada serán ellos”. Él extenderá su mano contra el norte, destruirá a Asur, y dejará a Nínive en desolación, árida como el desierto» (Sofonías 2:12-13).
«Mira, a ella voy a arrojarla al lecho del dolor, y a los que adulteran con ella, a una gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras. Y a sus hijos, los voy a herir de muerte» (Apocalipsis, 2:22-23).
Ni tampoco son exclusivos del islamismo los castigos a quienes se desvían de la Ley Sagrada (incluyendo la crucifixión, el fuego purificador o los linchamientos públicos):
«Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti» (Deuteronomio 22:20-21).
Otros aspectos tratados en el libro para demostrar la maldad intrínseca del islamismo tienen también su reflejo en otras religiones; así, la precoz mayoría de edad de las niñas en el Islam (tratado en el libro en referencia a la pederastia) tiene su paralelo en el judaísmo (13 años es la mayoría de edad para los niños y para las niñas), igual que la Sharia (la ley islámica emanante del Corán) tiene su equivalente en la Torah judía (la ley emanante de los cinco primeros libros de la Biblia o Tenakh). Y el terrorismo, por desgracia, también ha sido utilizado por otras religiones en fechas no tan lejanas (el Irgun y el Palmaj lo ejercieron contra los británicos en la década de los 40, siendo el atentado contra el hotel King David de Jerusalén–91 muertos, el 22 de julio de 1946– el más conocido).
Sin embargo, al poner el foco en la literalidad de los libros sagrados del islamismo omitiendo las numerosas equivalencias existentes en el resto de religiones, queda aislado artificialmente el objetivo y queda la vía expedita para denigrar y desacreditar cualquier elemento relacionado con el Islam; evidentemente, si el objetivo del libro era demostrar la intrínseca perversidad del Islam no tenía por qué hacerse referencia a la intrínseca brutalidad de las otras dos religiones monoteístas mayoritarias, pero al llegar a las conclusiones a las que se llega en el libro se requeriría al menos una mínima comparativa que permitiese al lector al menos intuir que cualquier religión, y no sólo la islámica, está sujeta a interpretaciones al menos igual de malévolas que las que se ponen de manifiesto en el libro respecto al Islam (recordemos que la Santa Inquisición interpretaba los mismos libros sagrados que la actual iglesia católica).
De hecho, tanto el judaísmo (en menor medida) como el cristianismo han ido introduciendo evoluciones a sus propias interpretaciones teológicas, teniendo que matizarlas e incluso negarlas, para adaptarse a las sociedades en las cuales han ido quedado integradas; y es que el islamismo tiene el mismo problema que cualquier otra religión: no pueden introducirse enmiendas a textos que son inamovibles, puesto que contradecir o modificar la palabra de un ente superior y supuestamente perfecto conduciría irremisiblemente a la muerte de la propia religión, de forma que cualquier evolución o adaptación a la realidad social de cada momento histórico sólo puede implementarse a través de la libre interpretación de esa palabra sagrada. Sin embargo, en el libro se le niega al islamismo cualquier posibilidad de evolución interpretativa, cuando la realidad es que no sólo esa evolución se ha producido en otras religiones, sino que en la actualidad ya existen (y conviven con nosotros) otras interpretaciones del Islam mucho menos rigoristas y violentas que las que transcienden en los medios de comunicación.
La inclusión en el libro de ejemplos concretos de esas interpretaciones evolucionadas del Islam (representadas en nuestro país por las más variopintas asociaciones islámicas) devienen en una especie de caza de brujas por haber incorporado entre sus filas a algunos individuos en concreto que han acabado siendo acusados judicialmente de colaboración o incluso de integración con el terrorismo islamista; al haberse determinado previamente que el islamismo moderado no existe, se utiliza a estos individuos (y por extensión a las asociaciones en las cuales estaban integrados) para confirmarlo. Esa confirmación de la radicalidad de una asociación islamista en base a la existencia de algún terrorista en sus filas resulta completamente superficial, puesto que presupone que la asociación era consciente de las actividades terroristas de un individuo en concreto y que, sabiéndolo, le recibió con los brazos abiertos, mientras que el terrorista simplemente pasaba por allí y acudió a la llamada de la asociación, lo cual es mucho presuponer.
El siguiente paso conduce indefectiblemente a las administraciones públicas y a los gobiernos, a quienes se les acusa de financiar el terrorismo islamista al otorgar subvenciones a asociaciones islámicas, hayan tenido terroristas en sus filas o no (porque, recordemos, ya se ha establecido previamente que el islamismo moderado no existe, o lo que es lo mismo en última instancia, que islamismo equivale a terrorismo); el libro cierra, por lo tanto, la puerta a la promoción de una religión islámica más acorde con los valores de nuestras democracias.
Llegados a este punto, repasemos todas las puertas que cierra el libro al declarar que el islamismo moderado no existe:
- El islamismo no evolucionará como lo han hecho el judaísmo o el cristianismo, puesto que se trata de una religión intrínsecamente malévola.
- Las asociaciones islamistas no son moderadas, puesto que no existe un islamismo moderado.
- Las asociaciones islamistas no pueden ser promovidas por el Estado, puesto que hacerlo significaría promover el terrorismo islamista.
La gran pregunta que nos podemos hacer es: ¿Y entonces, qué hacemos con quien se declara seguidor de la religión islámica? Si sabemos que eso significa que es intrínsecamente malévolo (es lo único que ha podido aprender de esa religión), que no es moderado aunque lo pueda parecer y que no puede ser ayudado por el Estado puesto que es un terrorista en potencia… la solución final parece clara, ¿no?.
En definitiva, y sin negar la realidad expuesta en el libro (que el terrorismo islamista es una seria amenaza para nuestras democracias y que las actuales interpretaciones del Islam son una fuente inagotable de terroristas, llegándose incluso a justificar pública e impunemente las motivaciones de asesinatos en masa), las conclusiones a las que se llega son peligrosas y temerarias por cuanto sólo se deja abierta una puerta a quien no quiera renunciar a su religión.
Tal vez (sólo tal vez) mirando retrospectivamente a nuestra historia (incluso la más reciente, cuando el adulterio o la homosexualidad eran, además de pecado para los cristianos, un delito para todos los españoles) las conclusiones hubiesen sido bien distintas y hubiese salido a relucir el verdadero problema de todas las religiones: imponer leyes anteriores al medievo a sociedades que dejaron atrás hace mucho tiempo las catapultas y las armaduras sólo puede devenir en sometimiento feudal al iluminado de turno, sea éste musulmán, judío o cristiano.
Nota sobre el título: El título de este artículo es parte de la Sura 4:91 del Corán, que habla de la forma de actuar respecto a los no creyentes que “desean vivir en paz con vosotros [creyentes] y con su propia gente”, pero no se mantienen aparte o no se ofrecen para someterse.
P.D.: El libro “La quinta invasión: Islamismo 711-2011” puede adquirirse por menos de 4 € en formato digital (PDF ó ePub), además de estar disponible en cualquier librería por unos 13 €.