A la basura (o al archivador redondo, como decía mi antiguo jefe) es donde debería ir a parar la última reforma laboral aprobada por el Gobierno.
Los últimos datos de empleo no pueden ser más contradictorios para una reforma laboral cuyo principal objetivo es abaratar los despidos para los trabajadores indefinidos y aminorar así la alta tasa de temporalidad que existe en España; es fácil deducir, por lo tanto, que el Gobierno achacaba a esa ingente cantidad de contratos temporales las desbocadas cifras de paro que hemos visto incrementarse desde hace ya demasiados meses.
Pues bien, parece que el empresariado español es ajeno a cualquier abaratamiento en las indemnizaciones por despido.
De los más de 13.000 contratos de trabajo que se han realizado en Castellón en el mes de Septiembre, casi 11.000 (el 90%) han sido temporales; es decir, que al empresario castellonense le da exactamente igual pagar 45 días de indemnización que 13 (33 días, de los que 20 los paga el FOGASA, es decir, todos nosotros), así que echa mano inmisericordemente de las indemnizaciones de 8 días que les corresponden a los contratados eventualmente.
Si con esta reforma laboral no sólo se siguen manteniendo las altas tasas de temporalidad laboral, sino que incluso se incrementan (como revelan los últimos datos); si con esta reforma laboral, que facilita enormemente a las empresas el despido de sus trabajadores indefinidos (puesto que el de los temporales ya lo tenían fácil), el empresariado sigue a lo suyo y sigue prefiriendo la temporalidad de sus trabajadores; y, en definitiva, si con esta reforma laboral lo que se ha conseguido es quitarles derechos a los trabajadores para dar una satisfacción a las teorías (que no a la práctica, puesto que no la aplican) defendidas por la patronal de Díaz Ferrán y compañía… lo más lógico y consecuente sería retirarla de la circulación y restablecer los derechos que hemos perdido los trabajadores, puesto que el objetivo perseguido por esa reforma parece estar destinado irremisiblemente al más absoluto fracaso.
Y si sigue en pie, ¿nos subirán los sueldos?
Sin embargo, el Gobierno no parece estar por la labor de retirar nada; habrá quien piense que si no lo hace es porque algo bueno ha de tener la reforma, y lo cierto es que es así según las teorías económicas de la patronal (que no las prácticas, puesto que tampoco las aplican).
Cuando se habla de los beneficios del despido libre (y por ese camino va esta reforma laboral), es evidente que esos beneficios también deben afectar al trabajador (a no ser que haya quien piense que el trabajador es tonto por naturaleza); y, efectivamente, así es: al desaparecer las indemnizaciones por despido, el mercado laboral (otra vez los mercados) acabaría por asimilarlas (eso sí, en un futuro incierto e indefinido) y eso haría que el sueldo de los trabajadores acabase engordando en relación a esas desaparecidas indemnizaciones.
Esa es la teoría, pero… ¿y en la práctica? ¿Qué pasaría en la práctica? Pues en la práctica pasaría que el dinero de las indemnizaciones se quedaría en manos de quien ahora debe pagarlas; a ver si ahora vamos a hacer tontos a los empresarios.
De hecho, a los trabajadores contratados temporalmente no se les aplica hoy en día (y los contratos temporales hace mucho tiempo que existen) ningún tipo de suplemento o plus por lo que se ahorra el empresario a la hora de pagarle la indemnización; si se aplicara a la realidad la teoría de la patronal, ese ahorro en la indemnización debería repercutir en favor del trabajador (según las leyes de los consabidos mercados, entre ellos el laboral); pero resulta que la realidad es demasiado tozuda, y la realidad dice que esas teorías patronales son un auténtico timo, porque el trabajador eventual cobra el mismo sueldo base que el indefinido y la indemnización se la ahorra (ahora, hace diez años y dentro de diez años) el empresario.
Total, que si esta reforma laboral sigue en pie tampoco nos subirán los sueldos. Conclusión: reforma laboral a la basura.
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