miércoles, 6 de febrero de 2013

Corrupción, pobreza y conflictividad social

España está que trina con (¿o contra?) la corrupción, pero no nos engañemos: aquí siempre nos hemos quejado por todo y de todos y nunca ha pasado nada o casi nada salvo en contadas excepciones (e incluso en esas excepciones los resultados han sido muy limitados). Siempre hemos preferido dedicarnos a nuestros vicios y dejar que los de arriba (siempre hay alguien que sube arriba) se las apañen para arreglar o empeorar lo que van destrozando los que les preceden; eso sí, a los de arriba hay que criticarlos siempre, sean del color que sean, porque aquí no somos de derechas ni de izquierdas: sólo queremos que las cosas se hagan bien (o, mejor dicho, que las hagan bien) y a nuestro gusto. Y si no, a criticar, que de eso sabemos mucho; pero pasar de ahí ya... que se las apañen los de arriba, o que los cambien si no valen.

Cuando los franceses se hartaron sacaron las guillotinas a las plazas y acabaron con todo un régimen; aquí salieron algunos asturianos armados en 1934 y los demás, mientras decidían si salir o no salir de las acaloradas tertulias de las tabernas, vieron cómo se las apañaban los de arriba para meter a los asturianos en la cárcel. Así que a criticar otra vez: los unos a los represores de arriba y los otros a los inútiles que querían subir.

Pero para no faltar a la verdad, a los asturianos les acompañaron en 1934 otros españoles; pero a estos españoles los consideramos españoles raros: los catalanes, a quienes siempre les atribuimos el egoísmo como motor que mueve sus almas. Las guerras carlistas fueron catalanas y vascas; cuando España perdió Cuba la rebelión interna fue catalana; y fueron los catalanes quienes declararon su independencia en la pobre II República heredera de la Gran Depresión. Siempre los egoístas catalanes dando la nota en esta España de críticas tabernarias a diestro y siniestro. Y los vascos, claro, los otros españoles raros, capaces incluso de armarse hasta los dientes para rebelarse contra el opresor.

Así pues, los catalanes son unos egoístas y nosotros unos cobardes; aunque algunos dirán que lo que nos caracteriza a los españoles es nuestra responsabilidad cívica por restringir nuestro malestar a nuestra más recóndita intimidad (y, consecuentemente, lo que caracteriza a los egoístas catalanes y vascos es la irresponsabilidad por hacer público su malestar). Para gustos e interpretaciones, los colores, por supuesto.

Volviendo a nuestros tiempos, la corrupción (la de los de arriba: por abajo también hay corrupción, pero de esa corrupción no se vive: se sobrevive -y se acepta socialmente-) está acelerando la conflictividad social; de esto no cabe ninguna duda. Muchos ciudadanos se están organizando por la indignación que les provocan las maneras de gobernar de los de arriba; se están empezando a rebelar. Pero, de nuevo, no podemos equivocarnos tampoco en esto: esas maneras de gobernar, esa corrupción, ha estado siempre ahí. Y era fuente de acaloradas tertulias tabernarias, y de dudas sobre si salir de la taberna o no; pero para eso estaban ahí los de arriba, para arreglar las cosas y darnos un trabajo, así que para qué salir si ahí afuera hace frío. Pero ahora hay algo más.

La II República no llegó por obra y arte de birlibirloque; ni tampoco la dictadura que la precedió. España era un país pobre; muy pobre. La pobreza, junto a los casos de corrupción de los de arriba, crea inestabilidad social, y ésta se solventa con mano dura; pero la mano dura de Primo de Rivera no evitó los efectos de la Gran Depresión, y la pobreza siguió incrementándose. Aquello no lo solucionaban ni la dictadura ni la dictablanda. Y la República llegó sin grandes baños de sangre y con muchas esperanzas. Y cambió el régimen, pero no la pobreza: no todos estaban dispuestos a "repartir la pobreza", así que lo que se avanzaba en dos años se retrocedía los otros dos. Y algunos españoles se indignaron, se rebelaron de nuevo; pero la inmensa mayoría (la mayoría silenciosa, como hoy) seguía discutiendo en las tabernas. Casi ni se enteraron de que desde África venían a salvar España otra vez con mano dura; y cuando se dieron cuenta de que aquellos salvadores uniformados iban en serio ya fue demasiado tarde.

Hoy, la pobreza sigue avanzando en España; y el futuro no es muy halagüeño. La corrupción está instalada en todas las instituciones del Estado. Y la indignación que provoca la corrupción en un país pobre es lo que rebela a los ciudadanos, lo que les hace salir de las tabernas: dicen que no hay pan para todos, pero los que sí tienen pan lo tiran a la basura, lo reparten entre las palomas o incluso enferman por indigestión. Sí hay pan; pero aun hoy siguen sin querer "repartir la pobreza".

Pasar de ser pobre a ser aun más pobre debió indignar a la España de los años 20-30 del siglo pasado; la debió indignar mucho porque los de abajo se rebelaron contra los de arriba y crearon una creciente conflictividad social, hasta que los de arriba dijeron basta y echaron mano de la mano dura.

En esta España del siglo XXI no hemos pasado de pobres a más pobres; aquí hemos pasado de acomodados a pobres (y aun nos quedan escalones por bajar). La cuestión es saber hasta qué punto de pobreza nos podremos permitir seguir con las tertulias tabernarias mientras miramos el frío invierno que hay tras la puerta; ya no es una cuestión de salir o no salir, sino de cuándo va a llegar el momento en que esta España de corrupciones y miserias saque las guillotinas a las plazas, si lo haremos todos a la vez como los franceses o si la inmensa mayoría silenciosa, como suele pasar en este país, nos mantendremos refugiados en las tabernas mirando hacia arriba y criticando si la guillotina debería estar mirando hacia el este o hacia el oeste.

Otra vez, los egoístas catalanes han dado el primer puñetazo sobre la mesa: los de arriba, arrastrados por los de abajo, se han rebelado. No se sabe muy bien si para construir otra taberna (las malas costumbres se pegan y el futuro no lo sabe nadie) o para salir al frío invierno; y ahora le toca el turno a la mano dura. Falta por saber si nos quedaremos mirando el espectáculo, aplazando el momento de salir hasta que llegue el calor de un verano que nadie sabe cuándo llegará (ni si llegará). Y me temo que sí: volveremos a darnos cuenta de la oportunidad perdida cuando ya sea demasiado tarde. Otra vez.

1 comentario :

  1. Propostes per al Fòrum contra la corrupción del PSPV-PSOE
    Armarse hasta los dientes para rebelarse contra el opresor, siguiendo el ejemplo de los valerosos y oprimidos vascos.
    Sacar las guillotinas a las plazas, antes de que nos demos cuenta de la oportunidad perdida cuando ya sea demasiado tarde. Otra vez.

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