Las movilizaciones de los trabajadores de las minas de carbón español por el recorte del 64% de las ayudas estatales a esta industria han puesto en el ojo del huracán al ya viejo desmantelamiento de la producción de carbón en nuestro país, dejando en un segundo plano las principales causas de las movilizaciones obreras: la ausencia de alternativas de supervivencia viables en las cuencas mineras, que abocarán irremisiblemente a los trabajadores mineros y a sus familias al desempleo de larga duración y, por qué no decirlo, a la más absoluta miseria.
Pero como es la baja competitividad de nuestro carbón la que prima en el actual debate (esta omnipresente y uniforme forma de pensar en clave economicista), nos ceñiremos a ese debate.
El elevado precio del carbón español
Estamos ante una de las palabras omnipresentes en todos los debates de actualidad, se refieran estos a lo que se refieran: la competitividad.
Las críticas hacia el carbón español siempre se inician con esta verdad a medias: el carbón nacional es mucho más caro que el importado, y por eso ha de subvencionarse su precio.
Esto es cierto en algunos períodos determinados y es falso en otros tantos, porque el precio del carbón importado tiene unas oscilaciones muy acusadas a lo largo del tiempo (su precio depende de la demanda, y en períodos de alta demanda se dispara por la escasa disponibilidad de transporte de esta materia prima); pero es que, además, la referencia que se toma para comparar el precio del carbón importado con el precio del carbón nacional es fácilmente manipulable para presentar al público desprevenido unos resultados catastróficos, primero porque esos índices (el índice de McCloskey en sus diferentes variantes) son un baremo de todos los tipos de carbón comercializados y segundo porque los costes de transporte y flete se toman exclusivamente para el carbón importado al puerto de Rotterdam.
Teniendo esto en cuenta, veamos los datos que nos aportan algunos documentos sobre el carbón español; el informe de Greenpeace “El carbón: un futuro negro”, publicado en Junio de 2009, nos aportará gran parte de los datos respecto al precio real del carbón español. Lo primero a considerar: existía carbón producido en España con un precio que rondaba los 20 €/Tonelada (el lignito pardo, producido exclusivamente en dos explotaciones mineras de La Coruña –As Pontes y Meirama– que cerraron en 2007); sin embargo, las minas de carbón de más baja calidad fueron excluidas del Plan Nacional de la Minería 2006-2012 y acabaron cerrando.
Si comparamos esta última tabla (que refleja el precio medio del carbón producido en España) con la tabla del índice McCloskey para los años 2000-2010 comprobaremos que durante la parte final de 2007 el carbón de nuestras minas era más competitivo que el carbón importado, incluso con el precio subvencionado; de hecho, aunque las tablas del informe de Greenpeace no lleguen hasta el año 2008, los datos del índice McCloskey muestran el incremento desorbitado en el precio del carbón durante ese año (hasta llegar casi a los 220 $/Tn., unos 170 €/Tn.).
La razón por la cual se sigue subvencionando a la minería del carbón hay que buscarla en esos incrementos en los precios de las importaciones, que además se esperaban constantes a partir de 2008, aunque la crisis financiera cortó esa evolución al alza de los mismos, al menos temporalmente (se espera que la demanda de carbón se incremente por el mayor consumo de energía en los países emergentes y que su precio siga esa misma evolución); así, en realidad mantener las explotaciones mineras a base de subvenciones sí es una decisión estratégica de futuro, puesto que los precios del carbón nacional no tienen esas variaciones tan acusadas que se observan en el carbón importado, de forma que el ahorro futuro que se producirá gracias al mantenimiento de esta fuente de energía (utilizada en la generación eléctrica de las centrales térmicas) justificaría sobradamente su mantenimiento, aunque sea temporalmente a través de subvenciones (en el apartado siguiente comprobaremos cómo los principales productores internacionales de carbón ya están restringiendo las exportaciones para incrementar artificialmente el precio).
Cabe añadir, además, que han sido las explotaciones mineras de lignito pardo (las variedad de carbón de menor calidad) las que se han eliminando por completo en la interminable reestructuración del sector iniciada ya a principios de la década de los 80; así, de las 146 instalaciones operativas en 1994 sólo quedaban en pie 46 en 2007, de las cuales la mitad son explotaciones de antracita (el carbón de más alta calidad); asimismo, el cierre de empresas mineras se realiza en función de los costes de explotación (deben cerrarse todas las que superen los 120 €/tec. en minería subterránea y los 90 €/tec. en minería a cielo abierto), por lo que sólo se mantienen las explotaciones más competitivas.
La pésima calidad del carbón español
Otra de las razones por las que se critica el mantenimiento de la minería española es que nuestro carbón tiene poca capacidad energética si lo comparamos con el carbón importado, por lo que resultaría absurdo seguir subvencionando al alza los precios de una actividad que debería competir en bajos precios; también es cierto, pero también lo es sólo en parte.
El máximo exportador mundial de carbón es Indonesia (de quien compramos en 2007 el 22% del carbón importado, siendo Sudáfrica, con el 42%, nuestro máximo suministrador); este país copa el 30% de las transacciones internacionales de carbón, con 165 millones de toneladas exportadas en 2007.
Sin embargo, el 85% del carbón que se produce en ese país (187 de los 220 millones de toneladas que se extraen cada año) es de baja calidad (3.700 Kcal./Kg.) y los incrementos de producción previstos para los próximos años serán justamente para ese tipo de carbón de baja calidad; así pues, de los 165 millones de toneladas que exportó Indonesia en 2007, sólo 33 millones de toneladas eran de carbón con alto poder calórico (por encima de las 5.300 Kcal./Kg.), mientras que los 132 millones de toneladas restantes que se exportaron pertenecían a carbón de baja calidad (hulla subbituminosa y lignito negro).
Como dato adicional a tener en cuenta en relación con el precio tratado en el apartado anterior, cabe indicar que en marzo de este mismo año (coincidiendo con un acusado descenso en el índice McCloskey, que se situó ese mes por debajo de los 100 $/Tn.) el gobierno indonesio prohibió a sus explotaciones mineras exportar todo el carbón que tenga un poder calórico inferior a las 5.700 Kcal./Kg., por lo que España podría quedarse en los próximos meses sin suministro de carbón indonesio o deberá pagarlo a un precio desorbitado (Indonesia exportaba en 2007 unos 100 millones de toneladas de carbón a países del Pacífico, por lo que toda su producción de carbón de alta calidad –33 millones de toneladas, como ya hemos dicho– podría quedarse ahora allí: España, que en 2011 le compró unos 3,3 millones de toneladas, pasará a ser con toda seguridad para Indonesia un mercado poco rentable económicamente hablando, como de hecho se ha puesto de manifiesto en el incremento de las exportaciones de este país a China y a India desde 2008).
La tabla anterior (extraída del informe de Greenpeace citado anteriormente) podría hablar por sí sola si no fuese porque los datos incluidos en ella se han elaborado con el propósito de confirmar una conclusión que ya existía previamente (el carbón español es de baja calidad); es evidente que el interés de Greenpeace en este asunto no coincide con el de los mineros, así que investigando un poquito (muy poquito) veremos que en ese informe se han tomado los datos de los carbones de más alta calidad existentes en cada país, sin tener en cuenta qué es lo que se importa en España.
Indonesia (que incomprensiblemente no aparece en la tabla) nos vendió el año pasado unos 3,3 millones de toneladas de carbón, pero no fue antracita ni hulla, sino carbón de baja calidad (con un PCS –poder calorífico superior– de 3.700 Kcal./Kg., según hemos visto antes). Esos 15,49 MJ./Kg. (1 Kcal. equivale a 4,187 KJ. y la tabla anterior está expresada en MJ., que son 1.000 KJ.) están curiosamente en el entorno del PCS del lignito negro que se extrae en Teruel, y está además extremadamente alejado de los PCS que se indican en la tabla para el resto de países. De hecho, pueden encontrarse fácilmente informes sobre la calidad del carbón en otros países con mucha mayor producción que España (como Australia), elaborados a instancias de sus propios gobiernos o a iniciativa de algunas universidades, en los que esas cifras cercanas a los 30 MJ./Kg. sólo se observan en la parte más alta de una horquilla que va desde las 5.500 Kcal./Kg. (23 MJ./Kg.) hasta las 6.900 Kcal./Kg. (28,9 MJ./Kg.) para la antracita (el carbón de más alta calidad), por lo que la calidad de este tipo de carbón en España (21,1 MJ./Kg. en León según el informe de Greenpeace) no se aleja tanto de la de otros países, aun estando en la parte baja de la horquilla. Cabe indicar también, no obstante, que las importaciones de antracita en 2011 alcanzaron en España las 850.000 toneladas (el 5% de las importaciones), y tampoco fue a Australia a quien se le compró (Colombia y Ucrania fueron nuestros principales proveedores).
Pero aun hay más cosas que corregir a esas cifras de Greenpeace; en el Anexo I de la convocatoria de ayudas al carbón para este año 2012 publicada en el BOE del 31 de diciembre tenemos los cálculos del PCS para las explotaciones mineras que quedan abiertas, y resulta decepcionante (respecto a Greenpeace) comprobar cómo se pueden manipular las cifras para conseguir los fines pretendidos por esta organización ecologista; de las cifras del informe de Greenpeace se desprende que ninguna mina española llega a las cifras del carbón de más calidad de Indonesia o de Australia (los dos máximos exportadores), y sin embargo las cifras de la Secretaría de Estado de Energía dan unas cifras dentro de las horquillas que hemos visto para esos dos países (más de 5.300 Kcal./Kg. para la antracita). Y por si faltara poco, vemos en el Anexo II de esa misma convocatoria que el PCS de referencia para el carbón de alta calidad importado se sitúa en las 6.257 Kcal./Kg. (26,2 MJ./Kg.), que se aleja en más de 1.000 Kcal./Kg. de la cifra de referencia del informe de Greenpeace (el carbón polaco, con un PCS de 30,54 MJ./Kg. ó 7.294 Kcal./Kg.).
Así pues, lo único que podemos concluir es que la variedad del carbón y la disparidad de sus calidades es utilizada asidua y torticeramente por quienes, por los motivos que sean (ecológicos, ideológicos o económicos), están en contra de la existencia de las minas de carbón en España.
El carbón español es muy contaminante
Si comprobamos el informe que hemos enlazado antes respecto a Australia, veremos que el contenido de azufre del carbón de alta calidad australiano que se pone como ejemplo (sólo se indica respecto a una de las minas) está entre el 0,4% y el 0,8%, que son los mismos porcentajes en los que se mueven la mayor parte de las 25 explotaciones mineras que quedan en España en 2012.
Un trabajo más completo sobre los contaminantes del carbón en otros países productores lo podemos encontrar para India (el tercer productor mundial y el cuarto importador) y podremos observar que las características de ese carbón son muy similares a las del carbón español, aunque con un porcentaje de componentes volátiles (VM) mucho más elevados para todas las muestras tomadas en 15 minas de ese país.
Y por último, si observamos la calidad del carbón indio y la comparamos con la de las minas españolas, comprobaremos atónitos cómo el tercer consumidor de carbón del mundo utiliza un carbón de mucha más baja calidad del que producimos en España, así que si alguien entiende algo de todas las críticas al carbón nacional, que me lo explique, porque yo ya empiezo a no entender nada.
Las grandes prebendas del minero español
Y ya por último, los ataques a unos trabajadores a los que se les permite una jubilación anticipada (entre los 40 y los 64 años) por los graves problemas de salud asociados a las sustancias tóxicas que emanan del propio carbón y a las condiciones ambientales del trabajo subterráneo.
En otros países mineros (como Sudáfrica), los trabajadores cobran bastante menos y los jubilan mucho antes, aunque con otros métodos.
¿Será que en España quieren imponer estas jubilaciones anticipadas para evitar que algunos trabajadores disfruten de prejubilaciones demasiado onerosas?