Porque es una reforma emanada de una reunión bilateral entre Francia y Alemania y por lo tanto no responde a una política de la Unión Europea ni a ningún acuerdo internacional suscrito por España.
Porque es una reforma que se salta la soberanía nacional, que reside en el pueblo español y no en los representantes del pueblo francés o del pueblo alemán.
Porque con la negativa a refrendar la reforma mediante una consulta al pueblo español, que podría otorgarle legitimidad a esa modificación constitucional de carácter antidemocrático, se llega al punto más álgido del despotismo ilustrado en el que se ha convertido la supuesta democracia que instaura la propia Constitución.
Porque los mercados, a quienes debería calmar la reforma, siguen especulando con la deuda española hoy mismo, el día en el que ha quedado aprobada en el Congreso de los Diputados esa modificación constitucional.
Porque las turbulencias y especulaciones financieras que se pretenden calmar con esa reforma de la Constitución no tienen nada que ver con la Constitución.
Y, en definitiva, porque si las numerosísimas modificaciones a la Constitución que se han reclamado internamente, tanto a través de los cauces parlamentarios como a través de protestas o iniciativas ciudadanas, han sido rechazadas una y otra vez por los representantes del pueblo español, resulta muy difícil (o imposible) entender cómo “los mercados”, o dos países cualesquiera, logran en dos semanas lo que los españoles no han logrado en más de 30 años.
A no ser, claro está, que lo que se quiera es demostrar al pueblo español que su soberanía ya no sirve.