jueves, 16 de junio de 2011

Cómo justificar un Golpe de Estado a una democracia europea (I)

La justificación del Golpe de Estado como respuesta al asesinato de Calvo Sotelo

«Julio de 1936. Es asesinado uno de los líderes de la oposición, Calvo Sotelo, mientras el otro, Gil-Robles, se libra por no hallarle en casa los criminales. Las últimas dudas de los conspiradores se disipan y una parte del ejército se subleva contra el Frente Popular. El gobierno reacciona, tras algunas resistencias, armando a los sindicatos. Con ello acaba de arrasar la Constitución y cede a la presión revolucionaria».

Este párrafo resume a la perfección el sentir y el pensar de los defensores del alzamiento nacional del 18 de Julio de 1936; el párrafo lo encontraremos, cómo no, en uno de los libros de Pío Moa (“Los crímenes de la Guerra Civil y otras polémicas”, página 17).

El día 12 de Julio de 1936 los conspiradores aun tenían dudas; el 13 dejaron de tenerlas y el 17 llevaron a cabo un Golpe de Estado contra… ¿el Frente Popular? ¿No querrá decir Pío Moa que el ejército se sublevó contra el Gobierno elegido en las urnas cinco meses antes? No, es evidente que no es eso lo que quieren decir los defensores de Francisco Franco Bahamonde; se hace imprescindible nivelar la legitimidad democrática de las urnas y de las armas, y la balanza se desnivela demasiado si en una parte hay un Gobierno democrático y en la otra un ejército armado. Es necesario elegir otro contrapeso al que sea mucho más fácil ir restándole legitimidad hasta al menos dejarla equilibrada con la de unos golpistas; y el Frente Popular (una mezcla de tendencias ideológicas, la fórmula perfecta para aislar y destacar a la facción con menor legitimidad democrática –los anarquistas, a quienes es relativamente fácil unir otros líderes a través de declaraciones convenientemente aisladas y descontextualizadas– para acabar extendiendo sus desmanes a la totalidad de la coalición) cumple a la perfección con ese objetivo.

Paralelamente, todo lo que reste legitimidad al Gobierno elegido en las urnas servirá también para restar legitimidad al conjunto de la coalición que ganó las elecciones; así, según los defensores de la sublevación, es el propio Gobierno quien arrasa la Constitución al armar a quienes no se habían sublevado contra el orden constitucional, obviando que los primeros y los únicos que arrasaron la Constitución fueron quienes se enfrentaron a ella a través de un Golpe de Estado. El Gobierno no cede, como afirma Pío Moa, ante ninguna presión revolucionaria: el Gobierno se limita a defender el orden constitucional intentando suplir a quienes estaban obligados a hacerlo, que no eran otros que Francisco Franco Bahamonde y el resto de militares que se le unieron para aniquilar esa Constitución, que fue la que les habilitó para disponer del armamento que utilizaron después contra ella.

Pero vayamos a los datos concretos. El asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de Julio de 1936 se produjo unas horas después del asesinato del Guardia de Asalto José del Castillo Sáenz de Heredia, activo militante del Partido Socialista, y pocas semanas después de varios discursos parlamentarios incendiarios del propio Calvo Sotelo en los que llegó a decir que «sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera»; sus palabras (pronunciadas el 16 de Junio de 1936) toman pleno significado si atendemos tanto a los hechos anteriores como al resto de su línea argumental parlamentaria: «No existe garantía para la vida en la calle, y amenaza la disolución social, y muchedumbres uniformadas gritan ‘¡Patria, no! ¡Patria, no!’; a los vivas a España se contesta con vivas a Rusia, y se falta al honor del Ejército, y se escarnece a España. […] Desde el 16 de febrero al 2 de abril se han producido los siguientes asaltos y destrozos; en centro políticos, 58; en establecimientos públicos y privados, 72; en domicilios particulares, 33; en iglesias, 36. Centros políticos incendiados, 12; establecimientos públicos y privados, 45; domicilios particulares, 15; iglesias, 106, de las cuales 56 quedaron completamente destrozadas; huelgas generales, 11; tiroteos, 39; agresiones, 65; atracos, 24; heridos, 345; muertos, 74…». La anarquía ya se estaba produciendo, según el discurso de José Calvo Sotelo, varios meses antes (esta última cita es del 7 de Abril de 1936) de que pronunciara aquella invitación a la sublevación militar.

Pero, además, sus palabras ya estaban avaladas por los hechos; así, antes de las Elecciones de Febrero de 1936 (cuyas perspectivas para la derecha eran poco halagüeñas) se entrevistó con Francisco Franco Bahamonde para instarle a llevar a cabo el Golpe de Estado antes de Febrero en base a esas desastrosas previsiones electorales. No podemos olvidar que Calvo Sotelo llegó a ser Ministro de Hacienda durante la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera y que mantenía muy buenas relaciones con el estamento militar y con las organizaciones de extrema derecha; su entrada en Falange fue vetada por José Antonio Primo de Rivera (el hijo del dictador que le nombró Ministro), recelando que la figura de Calvo Sotelo pudiese eclipsar la suya.

Abierto defensor del fascismo (que en Italia ya había anulado el Parlamento y prohibido los partidos políticos desde 1928) en varias ocasiones en el propio Parlamento («Su Señoría [Santiago Casares Quiroga, Ministro de la Guerra desde Mayo de 1936] ha dicho que frente al fascismo el Gobierno es beligerante. Yo me he aterrado un poco al oír la frialdad con que lo decía y el calor con que los señores diputados que acompañan al señor Presidente del Consejo acogían tal afirmación de que el Gobierno se siente beligerante frente a un grupo de ciudadanos españoles»), José Calvo Sotelo era, por lo tanto, parte de la propia conspiración militar en ciernes; como afirmaría el historiador franquista Ricardo de la Cierva en 1969, los «desmandados del Frente Popular que lo eliminaron sabían muy bien lo que hacían y a dónde apuntaban».

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La posterior etapa histórica de España distorsionó considerablemente tanto la relevancia política de José Calvo Sotelo durante la II República (el partido político Renovación Española, al cual pertenecía, era una fuerza minoritaria que representaba a la aristocracia, no siendo ni tan siquiera Calvo Sotelo su líder) como la relevancia real de aquel asesinato respecto a otros; aquel crimen supuso para los golpistas la excusa perfecta para adelantar sus planes y para tener una justificación ante la opinión pública, pero el asesinato de José Calvo Sotelo debe entenderse circunscrito a un continuo goteo de crímenes políticos con víctimas y verdugos tanto de derechas como de izquierdas. De hecho, los crímenes del Teniente Castillo y de Calvo Sotelo tuvieron en su día la misma relevancia mediática, como puede observarse en la portada del diario La Voz del mismo 13 de Julio de 1936 (este periódico se publicaba por la noche, por lo que recogió ambos crímenes en una misma portada).

Para entender aquella permanente situación de conflictos no puede obviarse que tanto España como el resto de países occidentales estaban pasando por la mayor crisis económica del sistema capitalista (el crack del 29 se produjo apenas 18 meses antes de instaurarse la II República) y que el principal problema social era la pobreza; la carestía, unida a la reducida protección de la que gozaban los trabajadores, explica las situaciones de violencia que afectaron a un gran número de huelgas. No hay que olvidar que fue esa carestía la que hizo triunfar las políticas extremistas en el resto de Europa, como el fascismo en Italia, el comunismo en Rusia o el nacionalsocialismo en Alemania.

La justificación del Golpe de Estado como respuesta a Octubre de 1934

Visto que el asesinato de José Calvo Sotelo no es un argumento suficientemente robusto para justificar un Golpe de Estado, los defensores del alzamiento nacional de 1936 se remontan a las revueltas revolucionarias de Octubre de 1934 para ampliar su argumentación:

«El golpe de Estado de Largo Caballero y el PSOE es considerado como el inicio de la Guerra Civil de 1936-1939». Eduardo Palomar Baró en el artículo Biografía de Largo Caballero de la Web Generalísimo Franco.

El 3 de Diciembre de 1933 la derecha (integrada en parte en la CEDA) gana las Elecciones; muere un comunista por un disparo desde la sede de Acción Nacionalista Vasca en Baracaldo, asesinan al Presidente del gremio de vaqueros de Puente de Vallecas, queda gravemente herido un socialista de Pego (Alicante) por un disparo realizado por el derechista José Ortola Alcina, acuchillan a un socialista en Paracuellos del Jarama… Se siguen clausurando locales de la C.N.T. y de la Falange, hacen explosión tres bombas en Madrid y se detiene al Comité de Huelga de Camareros. En Madrid ganan las Elecciones los socialistas, quienes acusan a la derecha de fraude electoral en los pueblos y ciudades pequeñas del resto de España mediante la compra de votos. Estas eran las noticias (pueden consultarse El Socialista o El Debate de las dos jornadas posteriores a aquellas Elecciones) de cada día en la España de 1933; en España, pero también en el resto del mundo, en una época en la que las diferencias personales se solventaban, con demasiada asiduidad, a cuchillazos, a tiros o a bombazos.

Hitler ya estaba en el poder aprovechando el sistema electoral alemán, Mussolini gobernaba en Italia desde hacía una década y la función de los campos de concentración nazis ya era conocida (ver el Editorial de El Socialista del 6 de Diciembre de 1933, en el que se habla de las condiciones extremas, las torturas y las muertes en extrañas circunstancias en el campo de concentración de Dachau, con 2.500 judíos, socialistas y comunistas detenidos en aquellas fechas); por otra parte, la dictadura del proletariado implantada en la U.R.S.S. amenazaba con extenderse al resto de Europa, sobre todo tras el cataclismo capitalista de la Gran Depresión de 1929, si bien la sustitución del expansionismo internacional de Lenin por la burocratización en clave interna de Stalin rebajó notablemente esta amenaza. La radicalización de las posturas políticas de los partidos que quedaban fuera de ambos extremos se produjo como consecuencia de las mutuas acusaciones a sus rivales políticos de querer instaurar en España bien una dictadura fascista o bien una dictadura comunista.

El fallido Golpe de Estado del 10 de Agosto de 1932 encabezado por José Sanjurjo Sacanell (condenado a cadena perpetua por esa sublevación) y su posterior amnistía (dictada por el Gobierno de derechas que saldría de las Elecciones de 1933) radicalizó aun más las posturas de los partidos de izquierdas, que vieron en esa amnistía algo más que un compadreo inadmisible entre las derechas y los elementos más reaccionarios contra el orden constitucional de la II República. De hecho, las previsiones de los partidos de izquierda se vieron plenamente cumplidas: José Sanjurjo era quien debía asumir la Jefatura del Estado tras el Golpe del 18 de Julio de 1936 (murió en un accidente de aviación dos días después de la sublevación y el general Emilio Mola lo tuvo que sustituir por Francisco Franco Bahamonde) y otros militares amnistiados junto a él (como Manuel Goded Llopis) participaron activamente en el alzamiento militar que dio origen a la Guerra Civil.

Por supuesto, los defensores del Golpe de Estado de 1936 minimizan aquel Golpe de Estado de 1932, ya que, como veremos, aceptar la relevancia histórica del mismo supondría el desmoronamiento irremisible de la línea argumental que lleva a culpabilizar a los movimientos revolucionarios de 1934 de la Guerra Civil:

«Sanjurjo había contribuido al advenimiento de la República en mucha mayor medida que los líderes republicanos, empezando por Azaña. Estando al cargo de la Guardia Civil de la Monarquía [Pío Moa evita referirse a la dictadura militar de Primo de Rivera], se había negado a emplearla contra las incipientes manifestaciones, y enseguida se había puesto a las órdenes de los republicanos.

[…]

Tampoco puede hablarse, en relación con la sanjurjada, de un golpe “de la derecha”, sino de un sector mínimo de ella, siendo repudiado por el sector principal». Pío Moa, en el artículo “El golpe de Sanjurjo” de la serie “Una visión crítica de la República y la Guerra Civil”, publicado en Libertad Digital.

Ya tenemos una visión de conjunto de la situación social y política de la II República tras el triunfo de la derecha en los últimos días de 1933; podemos entrar ahora en los hechos detallados que acaecieron los días y los meses posteriores a aquellas Elecciones.

Entre los días 8 y 11 de Diciembre de 1933 se producen graves altercados, con varios muertos y numerosos heridos, iniciados unilateralmente por la FAI; los partidos de derecha no dudan en hacer responsables de dichos altercados a toda la izquierda, incluidos el PSOE y la UGT, argumentando que se trataba de una reacción a la pérdida de las Elecciones. Las Comisiones Ejecutivas del PSOE y de la UGT emitieron un comunicado conjunto (publicado en El Socialista del día 12) en el que negaban cualquier relación con aquella llamada a la revolución:

«Reunidas conjuntamente las Comisiones ejecutivas del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, han examinado la situación política y social del actual momento ateniéndose a las informaciones que poseen. La gravedad de dicha situación no sólo no se les oculta ni pretenden silenciarla, sino que la reconocen y subrayan.

Al hacerlo así declaran que los organismos nacionales a quienes estas Comisiones ejecutivas representan no han tenido ni tienen participación alguna en el movimiento iniciado en diversas poblaciones de España por determinado sector obrero, y consideran que la responsabilidad de que se haya producido el antedicho movimiento corresponde plenamente al Gobierno y a las personalidades y partidos políticos que, por su menosprecio de las reivindicaciones sociales, han desviado la República de aquellos cauces en que la voluntad del pueblo la situó.

Las Ejecutivas reiteran a la clase trabajadora afecta a nuestros organismos, y a la opinión pública en general, su firme decisión de cumplir, cuando la hora sea llegada, los deberes que nuestros representados y nuestros ideales nos imponen». Nota de prensa de las Comisiones Ejecutivas del PSOE y de UGT, extraída de la portada de El Socialista del 12 de Diciembre de 1933.

Con motivo de esa revuelta anarquista se suscitó un debate interno que clarifica las intenciones tanto del PSOE como de la UGT tras la pérdida de las Elecciones; en el Comité Nacional de UGT del día 13, que dio su pleno respaldo a la nota de prensa conjunta de las Comisiones Ejecutivas, surgieron los dos conceptos de revolución que se barajaban en las filas socialistas en aquellas fechas:

«Besteiro: Las Comisiones ejecutivas, como ustedes saben, se han reunido y han dado una nota y en ella se dice que la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista están dispuestos a una acción para oponerse resueltamente a cualquier intento que trate de salirse de los cauces constitucionales. Yo estoy completamente de acuerdo y el Comité ejecutivo de la Unión General de Trabajadores está completamente de acuerdo con esta posición y a mí me parece que cualquiera otra es una posición endeble y que tiene los mayores peligros para nuestra organización. (…) Si hay alguna perspectiva de que tengamos un ambiente favorable, no puede consistir en otra cosa sino en decir que nosotros estamos dispuestos a hacer una defensa todo lo arriesgada que sea preciso para mantener la República con su fisonomía y con la Constitución tal como la hemos trazado.

[…]

Ya saben ustedes que acaso yo sería uno de los que estarían menos conformes con muchas partes de la Constitución, la cual se ha redactado en muchos puntos de una manera hasta opuesta a mi modo de ver las cosas. Sin embargo, creo que una vez que la Constitución se ha votado y que la tenemos y que la Constitución marca el procedimiento por el cual únicamente puede reformarse, nosotros debemos procurar que esa garantía subsista.

[…]

Pero si podemos en este instante tener algún arma para defendernos, ésta es el arma de las garantías que nos ofrece el Estado democrático más o menos puro que hemos creado. Tendremos que pasar por momentos difíciles y tendremos, dentro de este marco de democracia republicana, luchas tremendas. Ya sabemos cuales son los aspectos de esa lucha: una lucha parlamentaria y una lucha sindical. ¿Que la lucha sindical puede ser muy fuerte? Todo lo que se quiera. Habrá Federaciones, habrá Secciones que tengan conflictos graves, y puede ser que en algunos momentos se extiendan los c0nflictos y sean batallas sindicales enormes. Debemos estar dispuestos a arrostrarlas. No renunciamos a ninguna de nuestras armas, pero vamos a hacer todo lo posible porque estas conquistas que hemos logrado mediante nuestro esfuerzo de muchos años y de muchos sacrificios se mantengan.

[…]

En cuanto a la posición nuestra y nuestros propósitos, éstos son oponernos resueltamente a todo intento de rebasar los límites de la Constitución.

[…]

Amaro Rosal: El compañero Besteiro dice que tenemos una garantía con la Constitución. Eso de la garantía de la Constitución, a estas alturas, me parece que no se ajusta a la realidad. Los alemanes eran tan cándidos que cuatro días antes de caer discutían si uno de los Gobiernos había sido destituido legal o ilegalmente, y cuatro días después de eso subía al poder Hitler. De modo que eso de la garantía de la Constitución no puede existir para nosotros.

[…]

También dice que una de las garantías para nosotros es el Estado moderno democrático que habíamos creado. Me parece que no haría falta andar en disquisiciones históricas para demostrar que a la clase trabajadora este Estado democrático creado por nosotros ya deja de servirla en cuanto la República entra en declive.

[…]

Yo hago una proposición concreta de que acordemos ir a un movimiento revolucionario para defender los intereses de la clase trabajadora que están en peligro.

Saborit: No hay acuerdo de implantar la dictadura del proletariado. El acuerdo unánime es hacer un movimiento contra todo intento de aplicación en España del fascismo.

[…]

El acuerdo de las Ejecutivas es éste: organizar desde ahora mismo, sin perder detalle, un movimiento de la Unión General y del Partido para hacer frente al fascismo en España, para impedir que puedan realizar aquí lo que ha sucedido en Alemania, para salvaguardar nuestras garantías de la Constitución y de la República. (…) Lo que ocurre es que no se va a decir que el movimiento es para implantar la dictadura del proletariado, porque no es para eso: es para hacer frente al fascismo. (…) A un movimiento para implantar la dictadura del proletariado, yo no voy porque no creo en eso. Para un movimiento contra el fascismo yo sí voy. Y porque, además, en ningún Congreso ha acordado el Partido Socialista defender la dictadura del proletariado, ni acabar con la democracia, ni con el Parlamento. En ninguno, ni nacional ni internacional.

[…]

Besteiro: Yo no tengo inconveniente en participar a ustedes que a mí la idea de que podamos hacer un movimiento para implantar el socialismo mediante la dictadura del proletariado, ni siquiera para gobernar los socialistas por su propia cuenta en burgués o en socialista, reformista o en socialista totalitario, me parece un absurdo imposible en las circunstancias actuales.

[…]

Amaro Rosal: Yo me ratifico en mi posición, que está, naturalmente, encajada en la concepción de que tenemos que prepararnos para la ofensiva, por la lucha, la amenaza o el ataque.

[…]

Muiño: Creo que nos separa al compañero Amaro Rosal y a mí una cuestión ideológica, no de táctica, porque lo que acabo de oír es la concepción comunista maximalista». Acta del Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores del 13 de Diciembre de 1933.

La propuesta de Amaro Rosal sólo fue votada favorablemente por su propia Federación (la de Banca y Bolsa) y por la de Empleados de Oficina (representada por Félix Beltrán), siendo rechazada por las otras 34 Federaciones presentes en el Comité Nacional y por la Ejecutiva; el 94,45% de la UGT estaba, por lo tanto, totalmente en contra de saltarse la Constitución para llegar a la implantación real del socialismo. Puesto que estamos ante un foro de debate interno, cuyas deliberaciones quedaban restringidas al ámbito de la propia UGT, habremos de considerar que la postura de este sindicato tras la pérdida de las Elecciones de 1933 es la reflejada en esa Acta; y no hay que olvidar que Julián Besteiro Fernández formaba parte también de la Comisión Ejecutiva del PSOE, siendo cabeza de lista del Partido Socialista en aquellas Elecciones.

¿Qué ocurrió para que cambiase la postura del entorno socialista respecto a ese concepto de revolución desde finales de 1933 hasta Octubre de 1934? ¿Qué hechos ocurrieron para que cambiase el socialismo desde la claramente mayoritaria postura de Besteiro –revolución defensiva para salvar la Constitución a toda costa– a la minoritaria de Amaro Rosal –revolución ofensiva para tomar el poder aun en contra de la Constitución y de la República– en esos diez meses?

En el Comité Nacional de la UGT del 27 de Enero de 1934 (poco más de un mes después de aquella derrota de las tesis más revolucionarias) se discutió y votó de nuevo el camino que debía tomar el sindicalismo socialista: la ofensiva revolucionaria para instaurar la dictadura del proletariado (propuesta por la Comisión Ejecutiva del PSOE) o la oposición, frontal pero defensiva, a cualquier avance del fascismo en España (propuesta por la Comisión Ejecutiva de la UGT). Los resultados de la votación mostraron un vuelco completo a las posiciones socialistas de un mes antes: 33 votos a favor de la propuesta revolucionaria del PSOE y 2 votos en contra.

La respuesta la encontramos ante las similitudes entre el ascenso de Hitler al poder (el 30 de Enero de 1933 fue nombrado Canciller con el 34% de los parlamentarios) y las veladas pretensiones de algunos líderes de la derecha española («Llegado el momento, el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer. (…) Queremos una patria totalitaria; (…) la política unitaria y totalitaria la tenemos en nuestra gloriosa tradición», José María Gil-Robles y Quiñones de León, líder de la CEDA, en un discurso pronunciado el 15 de Octubre de 1933, unas semanas antes de las Elecciones que ganaría dicha formación política con el 24,3% de los escaños); Hitler suspendió, en apenas un mes desde su llegada al poder, la libertad de expresión, el respeto a la propiedad privada, la libertad de prensa, la inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia y de las conversaciones telefónicas y la libertad de reunión y asociación, además de ilegalizar la principal fuerza comunista (la KPD) y enviar a sus dirigentes a los recientemente creados campos de concentración. Para el 5 de Marzo de 1933 convocó nuevas Elecciones para aprovechar los resortes del poder, pero sólo obtuvo el 44% de los escaños; para lograr la mayoría que necesitaba para modificar la Constitución, arrestó a todos los diputados comunistas y a algunos socialistas, dictando a continuación (el 23 de Marzo) una Ley que anulaba temporalmente (obviamente, esa temporalidad no finalizó nunca) al Parlamento. Finalmente, el 2 de Mayo fueron disueltos todos los sindicatos obreros alemanes (un referente para los sindicalistas españoles) y enviados sus líderes a campos de concentración, el 10 de Mayo se confiscaron todas las propiedades del Partido Socialdemócrata y se cerraron sus periódicos (y sus líderes, como era de esperar, acompañaron a los líderes comunistas a los campos de concentración) y el 14 de Julio se aprobó la Ley del partido único.

La CEDA cedió el poder en Diciembre de 1933 al Partido Radical de Alejandro Lerroux (entre ambos sumaban el 45,9% de los escaños), segunda fuerza política en escaños (21,6%) y tercera en votos (8,20% frente al 20,18% del PSOE); los primeros pasos dados por el nuevo Gobierno fueron la derogación provisional de la Ley de Términos Municipales (que había permitido a los campesinos aprovechar tierras hasta entonces desaprovechadas), la modificación de los Juzgados Mixtos (una especie de juntas de arbitraje laboral integradas por empresarios y trabajadores), la supresión de los salarios mínimos en el campo y en la industria, el desahucio de miles de pequeños arrendatarios del campo, la devolución a los aristócratas de parte de las tierras expropiadas por la Ley de Reforma Agraria… El estado de alarma (con restricciones a la libertad de prensa, de reunión, de huelga y de otros derechos fundamentales) fue impuesta desde el primer momento por el nuevo Gobierno, censurando y confiscando numerosa prensa izquierdista (como El Socialista, intervenido en 51 ocasiones durante los primeros meses del nuevo Gobierno, o Avance, intervenido en más de 90 ocasiones); la represión sobre los huelguistas quedaba silenciada por la censura, incrementando la rumorología y las inevitables exageraciones; el paro había alcanzado cifras récord en Abril con más de 700.000 parados forzosos…

La sensación entre la izquierda era que la CEDA pretendía imponer un Estado fascista desde la sombra, dirigiendo a su antojo a un Gobierno que necesitaba de sus votos para poder gobernar, evitando de esa forma el inevitable desgaste producido por los continuos retrocesos legislativos, sociales y laborales gubernamentales: la República surgió como la solución a la sociedad semi-feudal que aun pervivía en España a principios de siglo (siendo los terratenientes los principales herederos de los señores feudales, con el caciquismo ampliamente instaurado en toda España y con la aristocracia, el estamento militar y la Iglesia copando permanentemente el poder) y el triunfo de la derecha el 3 de Diciembre de 1933 suponía que esa misma República que debía romper con el arcaico sistema anterior iba a servir para volver a dar el poder a los terratenientes, a la aristocracia, al ejército y al clero. En definitiva, que aquella frase del minoritario Amaro Rosal en el Comité Nacional de la UGT del 13 de Diciembre de 1933 («a la clase trabajadora este Estado democrático creado por nosotros ya deja de servirla en cuanto la República entra en declive») acabó siendo asumida plenamente también por el moderado Indalecio Prieto, quien en el verano de 1933 había pedido a las Juventudes Socialistas que calmaran los ánimos.

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Ese temor a que la CEDA de Gil-Robles acabara convirtiendo la democracia republicana en un régimen fascista, como los casos de Italia y del más reciente de Alemania (cuyos regímenes eran visitados asiduamente por los líderes derechistas como el propio Gil-Robles –acudió a las celebraciones del 1 de Mayo de 1933 a Alemania, el día antes de la ilegalización de todos los sindicatos obreros alemanes– o Calvo Sotelo –en Febrero de 1933 se entrevistó con diversas personalidades políticas y eclesiásticas italianas–), llevaron al PSOE a aceptar la radicalización de su discurso para agitar a las masas y crear el clima necesario para tomar el poder ilegalmente y evitar así la transformación de un estado democrático en otro estado fascista; aquella primera radicalización del socialismo se fue asentando conforme se iban sucediendo hechos que no hacían más que confirmar aquellos temores, como la ilegalización del partido socialista y de los sindicatos también en Austria el 17 de Febrero de 1934.

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La inclusión, el 4 de Octubre de 1934, de tres ministros de la CEDA en las carteras de Justicia, Trabajo y Agricultura fueron el detonante definitivo de la creciente radicalización de las izquierdas.

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¿Había motivos suficientes para levantarse contra la propia República en Octubre de 1934? Evidentemente, desde nuestra perspectiva histórica, no. ¿Dio inicio ese levantamiento a la Guerra Civil española? Pues, por mucho que se quiera repetir lo contrario, lo cierto es que ese fue uno más (y el único protagonizado por las fuerzas de izquierda) de los múltiples intentos de Golpe de Estado que se produjeron durante la República (la Sanjurjada de 1932, otro intento militar a finales de 1935 –con el apoyo de una parte de la CEDA, el partido mayoritario de derechas que estaba en el gobierno–, otro en Febrero de 1936 –ya con Franco y Goded como protagonistas, siendo avisado de ello el gobierno saliente de derechas– y el que resultaría definitivo en Julio de 1936, en el que participaron todos los más destacados militares de los intentos anteriores); achacar a esa intentona golpista de la izquierda el inicio de la Guerra Civil e ignorar los numerosos y reiterados intentos militares de tomar el poder por las armas parece responder más a una cuestión de tozudería en intentar demostrar una imposible exculpación de los responsables del golpe militar que dio origen a la Guerra Civil que en un ejercicio de interpretación histórica de los hechos. De hecho, esos reiterados intentos golpistas del ejército (alentados por los medios de derechas como ABC, que en su editorial del 30 de Noviembre de 1932, apenas tres meses después de la Sanjurjada, llamaba “figura gloriosa” al golpista Sanjurjo) ponen de manifiesto que los militares y una parte importante de la derecha intentaron derrocar la democracia republicana desde principio a fin, hasta que lo consiguieron en 1936, por lo que la Guerra Civil sólo se hubiese podido evitar si la izquierda hubiese aceptado sin más cualquiera de los golpes de estado que intentó la derecha política y militar.

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La pregunta que cabría hacerse es la misma que la que se ha planteado para el intento golpista de Octubre de 1934: ¿había motivos suficientes para levantarse en armas contra la República en 1932, en 1935 y en 1936? Y la respuesta ha de ser obligadamente la misma, aunque haya quien pretenda buscar una justificación (como la buscan aun a día de hoy a la intentona golpista del 23-F, o como sin duda habrá quien la quiera buscar a la actual situación política, económica y social) a lo injustificable.

3 comentarios :

  1. Solo te faltaría añadir que el militar que encabezó el conato de secuestro de Calvo Sotelo fue Fernando Condés, el cual era amigo de guardia Castillo, por lo que tampoco hay que descartar motivaciones de índole personal en aquella acción.

    Por lo demás, un magnífico artículo.

    Saludos.

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  2. Cuando un Gobierno, por muy democráticamente elegido, si no hace cumplir la Ley o no puede evitar que el país sea un campo de batalla (más de trescientos muertos desde la victoria del Frente Popular) y la violencia va "in crescendo", un golpede Estado no se hace necesario sino hasta obligatorio. Cumplir la ley es estabilidad, lo más importante para que un Estado prospere.
    Hablas de que el Gobierno de la CEDA dio la amnistía a los encarcelados por la sanjurjada por amiguismo. Y es cierto, igual de verdad que el primer Gobierno que abrió el camino fue el primer Gobierno republicano (desconozco si fue el Provisional) que amnistió a los del golpe de Estado contra la monarquía (subl Jaca).
    Comentas lo del estado de alarma y los respectivos cierres a periódicos en el Gobierno de la CEDA. Y es cierto, tan cierto como que el Frente Popular, desde el primer día, instauró un estado de alarma (con sus respectivos atropellos democráticos) desde el primer día y que no tuvo fin puesto que enlazó con el estado de guerra en julio. Incluso lo de detener a dirigentes o cerrar periódicos lo hizo primero el primer Gobierno de las izquierdas.
    La razón es que los unos y los otros eran iguales. Partidos poco, o nada, democráticos que fueron radicalizándose a medida que pasaban los años. El peso callejero que tuvieron las JSU y las JAP es significativo. Me dejo mucho en el tintero al tiempo que no merece la pena entablar un debate aquí, si quieres discutir y contrastar opiniones escríbeme: edit.mm@hotmail.com.
    Tu artículo, te lo digo en serio, es excelente. Me has aportado conocimientos y datos que desconocía, especialmente las capturas de periódicos. El problema de Moa es que pinta a las derechas demasiado legalistas y centristas (CEDA, la Lliga y el Partido Radical), algo demasiado dulce.
    Un saludo, Edit.

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  3. Un golpe de Estado a una democracia nunca puede ser ni necesario, ni mucho menos obligatorio; se insiste demasiadas veces en intentar equiparar las democracias de principios del siglo XX con las actuales, y ahí es donde reside el principal error, porque las actuales democracias son una evolución de aquéllas. Si en Inglaterra o en Francia se hubiesen producido golpes de Estado que hubiesen interrumpido aquéllas democracias por los desórdenes públicos estaríamos hablando ahora de otra Europa bien diferente, no de ésta.

    En primer lugar, no puede compararse la liberación de los rebelados contra una dictadura (sublevación de Jaca) con la liberación de los rebelados contra una democracia (golpe militar del General Sanjurjo), por muy imperfecta que fuera ésta ni por muy "dictablanda" que fuera aquélla: la diferencia estriba en que unos se rebelaron para instaurar la democracia y los otros para volver a instaurar otra dictadura militar, ni más ni menos. Equiparar la liberación de unos y otros para justificar el indulto de los que atentaron contra aquella democracia no parece muy acertado.

    Por cierto, que los dos principales responsables de la sublevación de Jaca fueron fusilados el mismo día de su detención, al contrario que los responsables de la Sanjurjada.

    Sobre los estados de alarma y la restricción de derechos constitucionales, tal vez debería mecionarse el permanente estado de alarma y de prevención (e incluso de guerra durante algunos meses) que declaró el gobierno derechista desde Enero de 1935 hasta el 8 de Enero de 1936; eso es un año completo, mientras que al gobierno del Frente Popular se le echa en cara que mantuviese el estado de alarma durante 6 meses. Una extraña forma de medir, sin duda.

    Respecto a la censura a la prensa, efectivamente se produjo durante toda la etapa de la II República en base a los numerosos estados de alarma decretados por los gobiernos; todas las democracias europeas incorporaban esas restricciones a la libertad de prensa durante los estados de alarma y de guerra. Otra cosa muy distinta es que en España se abusara (en unas etapas más que en otras) de esas declaraciones de alarma o de guerra.

    Un saludo.

    (P.D.: Contesto aquí porque entiendo que es un tema que puede interesar y que puede enriquecerse con otras aportaciones).

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