Tengo la suerte (porque es toda una experiencia) o la desgracia (porque mi trabajo pende de un quítame allá una refinanciación) de estar trabajando en una burbuja (la inmobiliaria) que estalló ya hace unos meses. Lo cierto es que, tras muchos meses con una corbata que no era de tela, sino de testosterona, el futuro no parece ahora tan negro como unas semanas atrás (sigue siendo gris oscuro, muy oscuro, pero cualquier mejora en la situación es equiparable a casi un milagro).
Como currito de todo un poco que soy, empecé a acordarme de los familiares de muchos funcionarios de nuestra querida y temida Agencia Tributaria cuando empezaron a caer por la oficina, casi todas las semanas, notificaciones sobre comprobaciones de IVA, comprobaciones del Impuesto sobre Sociedades, inspecciones de libros contables y cuentas anuales… Hasta hemos tenido el placer de recibir la visita (en dos ocasiones ya) de dos inspectores.
Habituado como estaba a contabilizar facturas, a digitalizar escrituras de compraventas o de préstamos hipotecarios, a actualizar la página web de la empresa o a interconectar las distintas bases de datos para integrar los documentos esparcidos por cada ordenador de la oficina (y también a presentar todos los impuestos y trámites –cada vez más– que nos exigían las múltiples Administraciones Públicas para cumplir con la consabida legalidad vigente –cada vez menos vigente y más cambiante–), es decir, habituado como estaba a realizar trabajos productivos, la dedicación casi completa a los requerimientos de Hacienda me produjo cierta inquietud en cuanto a mi futuro laboral: en un sector con una necesidad acuciante de trabajos productivos (puesto que si no hay ingresos –y en el sector inmobiliario hay ahora muy pocos ingresos–, no hay trabajo), un trabajador dedicado exclusivamente a trabajos improductivos tiene muy poco futuro.
Pero hete aquí que aquella preocupación ha ido desapareciendo poco a poco y estoy hasta por escribirles una carta de agradecimiento a los funcionarios de Hacienda, porque tanto es el trabajo que nos han dado (y que nos siguen dando, no vayan ustedes a creer: tengo sobre mi mesa tres nuevas comprobaciones de IVA para los próximos días) que se ha acabado provocando una necesidad ineludible e inescrutable en las empresas del sector inmobiliario: un trabajador dedicado exclusivamente a aportar toda la documentación requerida por la Agencia Tributaria. En este caso, un servidor.
Así pues, que viva el trabajo improductivo.
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